Anhia era la chava modelo, siempre tuvo buenas calificaciones, era muy sociable, siempre estaba en las fiestas, nunca hizo el ridículo estando tomada; era así como lo que todas muchas veces decimos: es que como puede hacer todo al mismo tiempo, la odio. Pues sí, Anhia era la envidia de muchas pero ella y su buen corazón hacían que olvidaras todo cuando te daba un buen consejo o te contaba un chiste que te orinabas de risa.
Anhia se graduó con honores de la universidad como: Lic. en Mercadotecnia y Publicidad de Moda; sí, eso nos pone aún más celosas. Tenía el trabajo perfecto, porque cuando se gradúo tuvo una invitación para ir a trabajar al extranjero. Llegando a su nueva ciudad y nuevo trabajo tuvo la oportunidad de comprarse un departamento en el área más lujosa de la ciudad con una vista increíble. En el trabajo le iba de maravilla, hizo muchos contactos, conoció gente famosa, en fin… ya hasta parece que ella es la mujer perfecta.
Un buen día Anhia después del trabajo fue con sus amigas al bar de la esquina, el que siempre frecuentaban, era un bar de esos “para solteros” donde las chicas iban a presumir de su belleza.
Después de algunas copas y muchos shots de tequila que le enviaba aquel guapísimo hombre del otro lado de la barra, Anhia y sus amigas decidieron pararse a bailar en medio del bar; que extrañamente ese día estaba lleno de hombres.
Después de unos 40 minutos y ya muy pasadas de copas (por no decir hasta la madre) decidieron que era hora de irse. Cuando regresaron a la barra para pagar la cuenta había una rosa sobre la chamarra de cuero de Anhia y una nota que decía: “Ya me encargué de tu cuenta, ve a tu casa y descansa. Gracias por el show y espero verte de nuevo”.
Todas salieron muertas de risa por lo de la nota (y por ebrias) y como toda buen mujer
satisfechas porque lograron divertirse sin gastar un solo centavo. Pero Anhia estaba aún más feliz porque había hecho una especie de contacto visual interesante con él.
Toda la noche se la paso con las ridículas maripositas en el estomago y no pudo dormir nunca; lo único que veía eran los ojos sexys de aquel individuo que se intereso en ella. No es que nunca intentaran ligársela ni mucho menos, pero esta vez ella sí estaba interesada en él.
Al día siguiente cuando llego a su oficina notó que todos los trabajadores se le quedaban viendo con curiosidad; ella nerviosa porque todos la veían caminó más rápido para llegar y cerrar la puerta. Cuando volteó vio su oficina repleta de rosas rojas, con floreros hermosos y un olor de ensueño.
Entro Leah, su amiga, y le entregó una tarjeta. En ella leyó:” Anoche eras lo único en que podía pensar, que tengas un buen día.” De repente, cual niñas chiquitas las dos se agarraron de las manos y empezaron a brincar gritando de emoción; Anhia estaba que se cagaba de emoción.
La verdad es que por más perfecta que pareciera la vida de Anhia, siempre estaba sola, los hombres solo la querían para una noche y ella los mandaba a volar (como debería de ser), y la única relación seria que había tenido fue antes de salir de prepa. Eso la hacía sentir sola y triste, pero de repente tiene un encuentro místico con un cabrón ¡en un bar de solteros! Y al día siguiente le atasca la oficina de rosas, pues ¡¿Cómo no se va a cagar de emoción?!
Pero típico, después de la rosas pasó semana y media y no sabía nada del maldito infeliz. Ella moría de vergüenza porque todo mundo le preguntaba por él, y que cómo iban las cosas y la pobre, no sabía ni su maldito nombre.
Pues un día decidieron tener otra ladies night pero no le dijeron a Anhia que bar habían escogido, y obviamente la llevaron al bendito lugar donde conoció al tipillo.
Tuvieron un pre en casa de Dina así que ya iban con una copitas encima y muertas de risa (como de costumbre) y cuando entraron al bar…. ¡Sopas! El hombre todo sexy estaba sentado ahí, de frente; y a la pobre se le caían los calzones. Entraron “disimuladamente” a sentarse en la barra, pero la pobre Anhia estaba rojísima de pena.
Paso una media hora y todas las amigas ya estaban nuevamente “hasta las manitas”, pero Anhia decidió que se quedaría sobria para hablar con aquel príncipe de ensueño. Cuando todas se pararon a bailar el chico sexy se acerco y tomó a Anhia del brazo y le dijo con una voz provocadora -¿Te gustaron las flores?-. En ese momento ella se derritió, cayó rendida a los pies de aquel, vio estrellitas y se dijo –De aquí soy-.
Y sí, desde esa “extensa plática, donde se conocieron el alma y pudieron comprobar que estaban hechos el uno para el otro” viven juntos. Y sí ya llevan 9 años. Y sí, morimos de envidia. Pero lo que ella no sabe es que un buen día el carbón se va a ir por las noches a agarrarse a otra mientras la babosa duerme creyendo que su “Príncipe Encantador” trabaja arduamente para que ella pueda vivir como princesa.
Este es el cuento de hadas de la vecina de la amiga que nos cuentan, el perfecto; el que si Dios quiere algún día nos pasara. Porque dicen que en este mundo siempre hay un roto para un descocido….
